Satélite Túpac Katari entra en periodo de simulación espacial

El director de la Agencia Boliviana Espacial (ABE), Iván Zambrana, informó que el satélite Túpac Katari ingresó en un periodo denominado de 'vacío térmico' o simulación espacial, que consiste en someter el aparato a pruebas de temperatura extrema, similares a las condiciones existentes en el espacio exterior. Zambrana explicó a la agencia ABI que el aparato será probado en una cámara especial capaz de simular el ambiente espacial, con el fin de constatar el funcionamiento de sus diversos sistemas y verificar cualquier posible degradación de sus mecanismos. 'El satélite está siendo sometido a un programa muy intensivo de pruebas, este mes de septiembre estará en la prueba de vacio térmico, donde entra en una cámara y se somete a condiciones que simulan las del espacio exterior y dura todo el mes', señaló. Asimismo, dijo que la verificación de algún problema durante el experimento, permitirá su reparación antes del lanzamiento, previsto para el 20 de diciembre próximo. Detalló que los satélites espaciales son sometidos a distintas pruebas antes de su lanzamiento y dio que entre los más importantes está la simulación espacial, que permite perfeccionar en tierra las condiciones de los aparatos, ya que es imposible repararlos en órbita. El proyecto Túpac Katari comprende la construcción de un satélite de comunicaciones, su lanzamiento y puesta en órbita, además de la cimentación de estaciones terrenas en La Paz y Santa Cruz y la capacitación de profesionales bolivianos en tecnologías espaciales, según fuentes oficiales. El costo del proyecto asciende a 300 millones de dólares, financiados por el Banco de Desarrollo de China y una contraparte del Estado boliviano.

La Vía Láctea contiene miles de millones de planetas habitables

La Vía Láctea contiene miles de millones de planetas habitables Observaciones astronómicas realizadas durante seis años a millones de estrellas de nuestra galaxia han demostrado que es muy común que éstas tengan planetas orbitando a su alrededor dentro la llamada "zona de habitabilidad", región alrededor de las estrellas en las que la temperatura es la adecuada para que los planetas tengan líquido en su superficie. Los científicos aseguran que, por tanto, habría miles de millones de planetas habitables en la Vía Láctea. En algunos de ellos podrían haberse desarrollado formas de vida completamente distintas a las que conocemos, afirman los investigadores. Por Yaiza Martínez de Tendencias Científicas. Observaciones astronómicas realizadas durante seis años a millones de estrellas de nuestra galaxia han demostrado que es muy común que éstas tengan planetas orbitando a su alrededor. Esta es una de las conclusiones alcanzadas por un equipo de astrónomos, entre los que se cuentan miembros del Instituto Niels Bohr de la Universidad de Copenhague, que ha aplicado métodos altamente sensitivos a la búsqueda de planetas existentes en zonas habitables, situadas alrededor de estrellas huésped de la Vía Láctea. Sus investigaciones han permitido constatar, además, que la mayoría de los 100 mil millones de estrellas de nuestra galaxia cuentan con planetas similares a la Tierra, como los existentes en nuestro propio sistema solar (Venus o Marte), mientras que los planetas como Júpiter y Saturno son una rareza. Mil exoplanetas encontrados Según declaraciones de Uffe Gråe Jørgensen, director del equipo de investigación del Instituto Niels Bohr, aparecidas en un comunicado de la Universidad de Copenhague, los resultados obtenidos demuestran que los planetas orbitando alrededor de estrellas son más la regla que la excepción en la Vía Láctea. Así, en cualquier sistema solar típico de nuestra galaxia habría, aproximadamente, cuatro planetas orbitando a una distancia de las estrellas en la que pueden encontrarse planetas sólidos. Además, como media, habría 1,6 planetas en las áreas alrededor de estrellas correspondientes a la distancia entre Venus y Saturno. En total, los investigadores han hallado unos 1.000 exoplanetas o planetas que orbitan una estrella diferente al Sol en la Vía Láctea. La mayoría de ellos fueron detectados bien utilizando un método conocido como método de velocidad radial (que detecta exoplanetas basándose en la detección de las variaciones en la velocidad de la estrella central), bien con el llamado método de tránsito, que es el método más utilizado actualmente en la búsqueda de planetas extrasolares. Este sistema de búsqueda está basado en el estudio del tránsito astronómico, un fenómeno durante el cual un astro pasa por delante de otro más grande, bloqueando en cierta medida su visión. Con él, los astrónomos pueden medir los cambios periódicos en el brillo de una estrella. Cuando un planeta se mueve frente a ella, se produce regularmente una pequeña reducción de su brillo. Esta regularidad en la reducción del brillo estelar es la clave de la existencia de un planeta orbitando. El método de tránsito tiene una gran importancia en astronomía. Además de ayudar a encontrar exoplanetas, ha servido también, por ejemplo, para calcular las dimensiones del Sistema Solar. La combinación de ambos métodos ha permitido a los astrónomos encontrar planetas grandes y relativamente cercanos a sus estrellas huéspedes. Cien millones de estrellas analizadas Pero los científicos han ido más allá, buscaron también planetas similares a los de nuestro sistema solar, usando un tercer método de búsqueda: la observación con microlentes gravitacionales, que permite detectar la presencia de planetas de masa similar a la terrestre, alrededor de estrellas parecidas al Sol. Para la realización de estas observaciones son precisas condiciones muy especiales, en lo que a la localización de las estrellas se refiere. A este respecto, Uffe Gråe Jørgensen explica que la observación con microlentes gravitacionales requiere que haya dos estrellas colocadas en línea recta en relación a la Tierra. Cuando esto se produce, la luz de la estrella situada en un segundo plano resulta amplificada por la gravedad de la estrella situada en primer plano, que actúa por tanto como una lupa. En el periodo en que ambas estrellas pasan cerca la una de la otra, los astrónomos pueden observar como la luz de la estrella de fondo primero se incrementa y luego vuelve a reducirse. Si existe un planeta orbitando alrededor de dicha estrella, se produce un pequeño destello extra en la curva luminosa detectada. Si el planeta está muy cerca, el destello "se ahoga" en esa curva luminosa. Por el contrario, si el planeta está demasiado alejado de la estrella, no se ve ningún destello extra. Por sus características, este sistema resulta especialmente sensible a la detección de planetas que se hallen a una distancia de su estrella similar a la de la Tierra con respecto al Sol, explica Jørgensen. Los científicos realizaron sus observaciones con 100 millones de estrellas, utilizando telescopios localizados en Chile (Observatorio de La Silla de la ESO ) y Nueva Zelanda. Si en las observaciones se identificaba una localización estelar con un posible efecto de microlente, automáticamente ésta era registrada y se notificaba a todos los investigadores. Posteriormente, se estudiaban con más detalle los mejores registros, en alta resolución, y se analizaban las curvas luminosas. Según Jørgensen, en un periodo de seis años (entre 2002 y 2007), fueron observadas 500 estrellas en alta resolución. En 10 de ellas, los investigadores pudieron ver directamente el efecto lente de un planeta. En el caso de las otras, pudieron establecerse datos estadísticos que determinaron la gran cantidad de planetas que orbitaban alrededor de las estrellas. Presencia de líquido en las superficies planetarias Los resultados obtenidos con el método de observación de microlentes gravitacionales complementaron las mejores mediciones realizadas hasta ahora con los otros dos métodos, el de tránsito y el de velocidad radial. Utilizando las mediciones de tránsito, el satélite Kepler de la NASA identificó una gran cantidad de planetas relativamente pequeños en órbitas menores incluso a la de Mercurio, el planeta más cercano al Sol de nuestro sistema solar. Por otro lado, las mediciones de velocidad radial revelaron una gran cantidad de planetas grandes, tanto en órbitas pequeñas como en órbitas ligeramente mayores alrededor de sus estrellas. Todas las mediciones permitieron establecer, por vez primera, que la estructura de nuestro sistema solar es algo común en la Vía Láctea. Asimismo, según Jørgensen, gracias a los datos obtenidos, se ha podido concretar cuantas estrellas presentan planetas en órbita, de tamaño similar al de la Tierra, en un área orbital en la que dichos planetas podrían contener líquido. Este líquido, en principio, podría existir en forma de lagos, ríos y océanos, asegura el investigador, lo que significa que la vida, tal y como la conocemos en la Tierra, sería posible en otros planetas de la galaxia. ¿Puede haber vida en otros planetas? En este sentido, Jørgensen afirma que los análisis estadísticos de los tres métodos combinados demuestran que, de los 100 mil millones de estrellas de la Vía Láctea, alrededor de 10 mil millones tendrían planetas dentro de la "zona de habitabilidad", término que en astrofísica define las regiones alrededor de las estrellas en las que un planeta, de una masa entre 0,6 y 10 veces la masa terrestre, podría tener agua en estado líquido sobre su superficie. La consecuencia: podría haber miles de millones de planetas habitables en la Vía Láctea, aunque en este sentido Jørgensen es cauto: una cosa es que los planetas tengan la temperatura adecuada para ser habitables (la temperatura que permite que haya líquido en su superficie), y otra que contengan vida, e incluso vida inteligente. La vida surgió en la Tierra por una combinación de factores, como la llegada a nuestro planeta de cometas con agua. Eventos aleatorios posteriores pusieron en marcha la evolución, que hizo posible el desarrollo de vida terrestre inteligente, afirma el científico. Sin embargo, Jørgensen concede que "quizás, otras coincidencias en otros sistemas solares hayan dado lugar a formas de vida completamente distintas en otros planetas". Los resultados de la investigación han aparecido publicados en un artículo publicado por Nature. Según publica ESO, en los últimos 16 años, los astrónomos han detectado más de 700 exoplanetas y han empezado a analizar los espectros y las atmósferas de esos mundos. Aunque el estudio de las propiedades individuales de dichos exoplanetas tiene un valor innegable, la importancia del trabajo de Jørgensen y sus colaboradores radica en que responde a una cuestión básica: ¿hasta qué punto es común que haya planetas en la Vía Láctea?
Astrofísicos de la Universidad de Santiago de Compostela y del Observatorio de Byurakan, en Armenia, han detectado una estrella poco luminosa que durante unos instantes despidió una llamarada tan potente que multiplicó su brillo casi 15 veces. Se trata de la estrella fulgurante WX UMa.
“Hemos registrado una potente fulguración en la estrella WX UMa, cuyo brillo aumentó casi 15 veces durante unos 160 segundos”, explica a SINC el astrofísico Vakhtang Tamazian, profesor de la Universidad de Santiago de Compostela. El hallazgo se ha publicado en la revista Astrophysics.
La estrella protagonista está en la constelación de la Osa Mayor, a unos 15,6 años luz de la Tierra, y forma parte de un sistema binario. Su compañera brilla casi 100 veces más, excepto en los momentos como el observado, en los que WX UMa lanza sus llamaradas. Esto puede ocurrir varias veces al año, pero no con tanta potencia como la registrada ahora.
El profesor Tamazian y otros investigadores detectaron desde el Observatorio de Byurakan, en Armenia, ese brillo excepcional. “Además, durante esos menos de tres minutos la estrella experimentó un cambio brusco del espectro tipo M al B, es decir, pasó de una temperatura de unos 2.800 kelvines (K) a otra seis o siete veces superior”.
Según sus líneas espectrales de absorción, las estrellas se clasifican en una escala de letras, donde las del tipo M presentan una temperatura en superficie de entre 2.000 y 3.700 K, y las de tipo B entre 10.000 y 33.000 K.
Un brillo repentino y aleatorio
WX UMa pertenece al reducido grupo de las fulgurantes –flares, en inglés–, una clase de estrellas variables que muestran un aumento repentino e irregular, prácticamente aleatorio, de su brillo hasta cien o más veces en unos pocos segundos o minutos. Después, vuelven a su estado normal en unas decenas de minutos.
Los científicos desconocen cómo se origina la fulguración, pero saben cómo evoluciona: “Por algún motivo surge un pequeño foco de inestabilidad dentro del plasma de la estrella, lo que genera una turbulencia en su campo magnético –explica Tamazian–. Se produce entonces la reconexión magnética, una transformación de energía del campo magnético en cinética, para recuperar la estabilidad del flujo, de forma parecida a lo que ocurre en una descarga eléctrica”.
Después, la energía cinética del plasma se convierte en energía térmica en las capas altas de la atmósfera y en la corona estelar. Este gran aumento de la temperatura y el brillo de la estrella permiten a los astrónomos detectar sus cambios en el espectro de radiación.
“El seguimiento fotométrico y espectroscópico de este tipo de estrellas fulgurantes tiene mucha relevancia porque nos proporciona información sobre sus cambiantes estados y procesos físicos, que, a su vez, son claves en el estudio de la formación y evolución estelar”, explica Tamazian.
Además, en los casos de sistemas binarios, como el que forman WX UMa y su compañera, “adquieren una importancia especial las observaciones de flares, ya que podemos investigar si existe alguna relación entre la frecuencia de las fulguraciones y la posición del par de estrellas en la órbita, una cuestión que permanece abierta”.
Para realizar este estudio, donde también se han analizado otro flares en otros sistemas binarios (HU Del, CM Dra y VW Com) se ha utilizado la cámara SCORPIO del Observatorio Astrofísico de Byurakan, que permite obtener a la vez el espectro y el brillo de estos objetos.
Las estrellas fulgurantes son intrínsecamente débiles, por lo que solo se pueden observar en distancias relativamente cortas en la escala astronómica. En concreto, en las cercanías del Sol, hasta una distancia de unas decenas de años luz.


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